martes, 15 de diciembre de 2015

Iniciación a la práctica de Mindfulness

Vivir el momento presente. Reducir el estrés y la ansiedad.
Tomar consciencia de la respiración. Desarrollar la habilidad de relajarse

Mindfulness es una palabra inglesa que en castellano traducimos como atención plena, conciencia plena o atención consciente.
A su vez, mindfulness es la traducción de la palabra pali "Sati" que designa la actividad misma de la conciencia, se trata de ese instante en el que nos damos cuenta de algo y la mente inmediatamente elabora esa experiencia y la transcribe en palabras.
Es la cualidad y capacidad de la mente de estar presente y consciente en un momento determinado en el que cuerpo y mente se sincronizan. La presencia plena, conciencia y la atención se conjugan en un momento en nuestra mente/cuerpo/espíritu.

Mindfulness designa un conjunto de prácticas o ejercicios corporales y mentales que tienen en común fijar la atención en el momento presente, sin juzgar y con una actitud bondadosa hacia el objeto que se observa. A esta experiencia, que puede entrenarse, la llamamos meditación (aunque en contextos académicos y científicos se hablaría de mindfulness).
La práctica fundamental de mindfulness radica en observar la experiencia concreta al máximo y acoger los estímulos externos sin evitarlos o alentarlos hasta el punto de “simplemente estar”. Durante esta práctica nos encontramos a solas con nuestra mente y esto supone un mejor conocimiento de nosotros mismos, de lo que anhelamos, nos preocupa, nos calma, nos tensiona, etc.

Algunos autores lo han definido de diversas maneras:
“Darse cuenta, de la experiencia presente, con aceptación”. Christopher Germer
“Prestar atención de manera particular, como propósito, en el momento presente y sin juicios mentales” Jon Kabat Zinn
“La capacidad humana universal y básica, que consiste en ser conscientes de los contenidos de la mente, momento a momento” Vicente Simón
“Conciencia Plena es mantener viva la consciencia en la realidad presente”. Thich Nhat Hanh
“Estar frente a la desnuda realidad de la experiencia, observando cada evento como si estuviera ocurriendo por primera vez” Daniel Goleman

El Mindfulness es una disciplina que nos ayuda reducir el estrés, los síntomas de la ansiedad y la depresión y nos enseña a vivir con más serenidad, detenimiento y autenticidad. En estos tiempos de prisa donde a veces resulta tan difícil detenerse y tomar consciencia sosegada de los caminos por los que vamos y venimos a diario, el Mindfulness nos ayuda a desarrollar nuestra habilidad de respirar conscientes, observar nuestros pensamientos y emociones y encontrar en lo cotidiano momentos de quietud y silencio que nos ayudan a vivir más plenamente.

Durante 8 sesiones, a partir del 11 de enero (de 10h a 11.30h) recorreremos en un grupo reducido los aspectos básicos del Mindfulness para llegar a una comprensión y práctica sencillas. Tendremos encuentros semanales de hora y media donde aprender progresivamente los conceptos fundamentales de esta práctica de atención plena.

Amparo Navarro Salvador

miércoles, 12 de agosto de 2015

Gestalt; terapia de la autenticidad

Los comienzos de la psicoterapia tal y como la conocemos hoy tienen sus orígenes en el principio del siglo XX. En este tiempo se buscaba dar una explicación más global y unificada del ser humano para llegar a un conocimiento integral de la persona.

Figuras de la relevancia de Erich From, Karen Horney, Stack Sullivan... sacaron de la medicina el concepto de "malestar humano" entendido como crisis personal o inquietud existencial a través de una serie de métodos y técnicas que ayudaban en la relación terapéutica. Esto amplió sus miras en la observación de los pacientes, incluyendo lo emocional y lo corporal, no solo lo mental, haciendo nacer al nuevo psicoanálisis.

Fritz Perls, heredero de las teorías del psicoanálisis clásicas elaboró su propia síntesis atendiendo a un concepto de persona en el que estaban reconocidas sus diversas dimensiones (mental, corporal, emocional, espiritual). Podría decirse que la teoría psicoterapéutica de Perls estaba enraizada en la idea de autenticidad, en el tratar de llegar a ser lo que uno es en definitiva para lograr el propio bien, el de su entorno y el de sus relaciones.

La terapia gestalt, fruto del trabajo de Perls, es por tanto una disciplina terapéutica del momento presente, ya que trata de hacer emerger la verdad de lo que la persona es, y esto sólo es posible que brote en la relación presente, del ahora. No se trata de realizar una búsqueda solo en el pasado o solo en las expectativas futuras, sino más bien de atender con detenimiento a lo que pasa con el organismo en este instante.

Somos lo que somos en este momento o puede ser que nos comportemos de otro modo. Los otros lugares o formatos en los que a veces nos mostramos no aportan beneficios porque van desfigurando nuestra verdadera identidad y pueden llegar a confundirnos alejándonos de lo que verdaderamente somos.

La terapia gestalt pone el acento en las relaciones, y esto la obliga desenvolverse desde una tolerancia profunda a la diferencia, atiende a la persona en lo que la persona es, no lo que cree que es, y esto facilita que el que acude a terapia tome la iniciativa y el protagonismo en la resolución de las dificultades que le bloquean, descubriendo de este modo lo que tenía olvidado de sí mismo.

Amparo Navarro Salvador

miércoles, 22 de julio de 2015

Terapia y elaboración del propio mapa

A la terapia llegamos tras un camino personal en el que no encontramos respuestas que den salida a las dificultades y conflictos que nos bloquean o nos paralizan en un momento concreto.

La terapia puede ser un proceso de crecimiento y de desarrollo personal profundo en el que vamos elaborando, en un trabajo de dos (paciente y terapeuta), un mapa propio o modelo del mundo y de cómo nos movemos y situamos en él. Esto hace posible que podamos reconocer las fuerzas y capacidades que tenemos para resolver desde lo que somos un conflicto
.
Este proceso terapéutico facilita el darse cuenta, el tomar conciencia de las propias necesidades (descanso, reconocimiento, aceptación, búsqueda de otros...), nos hace hábiles en atendernos a nosotros mismos y nos capacita para elaborar un nuevo modelo que nos ayude a completar y finalizar de forma ajustada una necesidad.

Amparo Navarro Salvador

 

miércoles, 8 de julio de 2015

Terapia de la intimidad; interioridad y espiritualidad I

Los terapeutas nos dedicamos a la intimidad, concretamente a ayudar a reparar la intimidad.
Fundamentalmente la tarea terapéutica primera es ayudar a que la persona se cuente la verdad. Se cuente a sí misma la verdad de su historia, de sus relaciones, de sus emociones, de sus pensamientos y de sus deseos y anhelos más íntimos.

En muchas ocasiones la verdad revelada en terapia es intolerable para la persona. A veces la verdad es de soledad, de enfermedad, de enfrentamiento, de vacío existencial, de desamor, de angustia, de resentimiento...es una verdad insostenible y dolorosa que daña lo más profundo de la persona.

Cuando la realidad que reconozco en mi vida es intolerable o insoportable muchas veces me la cuento de otro modo. La decoro, la transformo, la lleno de accesorios para quitarle dureza, la moldeo forzándola, la encierro escondiéndola, la separo marginándola, y es cuando aparecen síntomas molestos, síntomas que perjudican mi salud psicológica e incluso física. Es cuando aparece la ansiedad, la depresión, las crisis, las manías, los miedos, las fobias y muchas otras dolencias que van perjudicándonos progresivamente. Debajo de todos estos padecimientos siempre hay una persona herida en su intimidad y sola en una situación que le sobrepasa y no puede sostener por sí misma.

Cuando alguien enferma mentalmente le resulta mucho más complicado gestionar la razón, las emociones, los impulsos y por tanto encargarse de manera autónoma de su realidad. Su intimidad se va socavando y fracturando.

La salud de un ser humano depende de que muchos factores funcionen positivamente; factores genéticos, físicos y de salud, mentales, a nivel de vínculos parentales (que estén saneados), de una biografía elaborada y ordenada, etc., todo ello contribuye a elaborar una buena estructura mental. 

Por esta razón, cuando alguien tiene un problema mental necesitamos indagar donde se encuentra la contrariedad, en qué lugar de esta cadena de factores necesarios para la salud se ha producido una fractura y ha dejado a la persona rota en su intimidad.

La intimidad es un aspecto interior de la persona, relacionado con lo privado. La interioridad y la intimidad de aúnan en un núcleo que conforma lo más auténtico y genuino de la persona. Y en este núcleo o centro se genera lo que es natural a cada ser, lo espontáneo e inherente que tenemos y somos de verdad.

La terapia es un espacio de intimidad compartida donde nos detenemos para observarnos y experimentarnos. La terapia es una herramienta que nos ayuda a indagar en el interior en la búsqueda de nuestro centro y mitad. Por esta razón iniciar una terapia (ya sea individual, familiar, de pareja, etc.) supone adentrarse en nuestras estructuras más primitivas y fundantes, en nuestros soportes y en nuestros vacíos interiores y supone también caminar desde la determinación de crecer y acoger la vida con una mirada nueva y unas herramientas que nos ayudan a llevar el timón en la dirección que queremos.

Amparo Navarro Salvador 



jueves, 25 de junio de 2015

Transitar la tristeza

En algunas ocasiones y por diversos motivos nos sentimos tristes. Un desengaño, un enfado, una ruptura, una pérdida, un desamor, un golpe, una herida... tantas situaciones pueden atraer a la tristeza y a la melancolía a nuestra vida que no es de extrañar que algún día simplemente las notemos de manera particularmente intensas.

Es fácil dejarse llevar por la tristeza, parece que tiene como una cadencia que atrapa y nos envuelve recreando una y otra vez el motivo de su presencia. Pero dejarse atrapar es correr el riesgo de perder la alegría por mucho tiempo (y cuando se pierde la alegría siempre se pierde por demasiado tiempo), con lo cual merece la pena hacer algo al respecto.

A la tristeza no hay que ignorarla. Es un error hacerle eso a una emoción a la que le gusta ser protagonista. A la tristeza hay que darle un lugar, un lugar importante, un lugar que podamos observar, un lugar que podamos consultar, un lugar seguro donde no haya peligro de fugas ni desbordamientos.
Un lugar donde la tristeza pueda reposar y encontrar serenidad.

Cuando hablamos de transitar la tristeza, de no olvidar lo que sentimos justamente decimos esto, buscar la ubicación mas ajustada para las emociones que sentimos, y así prestarle la atención que necesita.

El que sigue es un precioso cuento de la escritora mexicana Paola Klung que justo habla de como atender y ubicar a la tristeza.
"Decía mi abuela que cuando una mujer se sintiera triste lo mejor que podía hacer era trenzarse el cabello; de esta manera el dolor quedaría atrapado entre los cabellos y no podría llegar hasta el resto del cuerpo; había que tener cuidado de que la tristeza no se metiera en los ojos pues los harìa llover, tampoco era bueno dejarla entrar en nuestros labios pues los obligaría a decir cosas que no eran ciertas, que no se meta entre tus manos- me decía- porque puedes tostar de más el café o dejar cruda la masa; y es que a la tristeza le gusta el sabor amargo.

Cuando te sientas triste niña, trénzate el cabello; atrapa el dolor en la madeja y déjalo escapar cuando el viento del norte pegue con fuerza.
Nuestro cabello es una red capaz de atraparlo todo, es fuerte como las raíces del ahuehuete y suave como la espuma del atole.
Que no te agarre desprevenida la melancolía mi niña, aun si tienes el corazón roto o los huesos fríos por alguna ausencia. No la dejes meterse en ti con tu cabello suelto, porque fluirá en cascada por los canales que la luna ha trazado entre tu cuerpo. Trenza tu tristeza, decía, siempre trenza tu tristeza…
Y mañana que despiertes con el canto del gorrión la encontrarás pálida y desvanecida entre el telar de tu cabello."
Amparo Navarro Salvador 


miércoles, 10 de junio de 2015

El placer de respirar

Respira dos o tres veces antes de seguir leyendo.
Respira profunda y lentamente tratando de observar los detalles de esta acción tan cotidiana. Inspira y nota el aire en tu nariz, su temperatura, su calidez, su contacto, su camino hasta los pulmones. Observa esto por un momento.

Respirar no es en principio complicado, pero muchas veces parece que hemos perdido esa habilidad natural de tomar aire y expulsarlo de un modo en que nutramos nuestro cuerpo. Cada vez lo hacemos de forma más incompleta y acelerada, más inconsciente y sin darnos cuenta de este movimiento vital.

Cuando inspiramos lo hacemos en dos fases. En primer lugar hinchamos la parte baja del abdomen, llenando el vientre. Es lo que denominamos "respiración diafragmática o abdominal". En segundo lugar, y en el mismo movimiento de inspirar, llenamos la parte alta del pecho. Se trata de la "respiración torácica".
Cuando espiramos, expulsamos el aire de los pulmones justo al revés. Primero vaciamos de aire el tórax y después el del abdomen relajando la musculatura y haciendo descender el diafragma.

Esta alternancia perfecta de inspirar y espirar en realidad es sólo un orden ideal, ya que este proceso está tan íntimamente unido a nuestro estado de ánimo que es alterado dependiendo de la situación en la que nos encontremos. Cuando estamos estresados o angustiados, o tememos alguna cosa tendemos a contener la inspiración, acortarla y hacerla más rígida. Lo que hacemos con la espiración es retrasarla y soltar menor cantidad de aire del que tomamos al principio.
De esta manera la respiración diafragmática se reduce o desaparece y queda sólo la respiración torácica, que nos lleva a tener una sensación de presión física o incluso de dolor torácico.
Evidentemente esto empeora la situación de estrés, de ansiedad o de angustia y se genera un círculo vicioso que nos provoca un malestar generalizado con el que es muy incómodo funcionar en el día a día.

Desaprender un modo de respirar torácico y entrecortado que nos daña requiere de tiempo, dedicación y decisión. Respirar es fundamental para vivir, de manera que cualquier esfuerzo que realicemos para mejorar nuestra forma de hacerlo nos trae unas ventajas absolutamente indispensables.

Toma el tiempo que necesites, pero tómalo. Busca el lugar adecuado para recuperar este valioso aprendizaje y ten paciencia y constancia.
Túmbate boca arriba, estirando las piernas y dejándote sostener por el suelo. Estira los brazos y pon hacia arriba las palmas de las manos. Nota el peso de tu cuerpo que descansa, cierra los ojos y pon atención a tu respiración. Observa cómo inspiras y espiras sin juzgarte negativamente y sin querer cambiar este movimiento bruscamente. Pon una mano sobre tu abdomen y muy poco a poco trata de llenar de aire en primer lugar la parte más baja del vientre en la inspiración. No fuerces este ejercicio (esto es muy importante). Cuanto más relajado estés más facilidad tendrás para realizar este entrenamiento.

Cuando te notes relajado empieza a contar cada inspiración-espiración hasta llegar a veinte. No importa si te pierdes, si te distraes empieza de nuevo a contar; esto te ayudará a poner la atención más plenamente en este ejercicio.

Practicar cada día cinco o seis minutos nos hará más hábiles en los momentos de estrés y nos capacitará para relajarnos y sosegarnos.

Respirar es vivir. Recuperemos el placer de respirar para tomar consciencia del placer de vivir.

Amparo Navarro Salvador
 


domingo, 3 de mayo de 2015

Restaurar lo dañado

Vivimos en un tiempo en que lo que se rompe se cambia por lo nuevo. Hace mucho que perdimos la práctica de restaurar delicadamente aquello que por la circunstancia que fuere se dañó.
De casi todas las cosas hay repuestos. Encontramos bazares en los que hay prácticamente de todo, incluso en la otra punta del mundo podemos adquirir on-line lo que se quedó viejo o pasado.

Compramos incluso hasta lo que no necesitamos simplemente porque "estaba bien de precio" o porque teníamos tres pagando dos. Compramos para recordar "recuerdos", para agasajar "detalles", para influenciar "aquello que el otro desea"... Y en esta vorágine consumista nos estamos dejando transformar llegando incluso a creer que todo se puede adquirir de nuevo si se estropea o se rompe. Incluso nosotros mismos y los otros.

Quizás muchos piensan que ya nada es para siempre. Quizás todo funciona hoy a una velocidad tal que detenerse no es una opción que sopesemos, y por eso no vemos muchos de los pedazos propios o de los que tenemos cerca que van quedando en el camino y que cada vez tienen menos oportunidad de ser reparados.

Pero hoy más que nunca, simplemente porque es hoy, necesitamos recuperar la capacidad tan genuinamente humana de pararnos a valorar los daños e iniciar una labor de artesanos con todo aquello que fue perdiendo su lustre por el uso de los años. Y hoy también necesitamos recuperar la habilidad de acariciar los pedazos ajenos y su dolor. Arrullar sus miembros maltrechos y apesadumbrados para edificar de nuevo y colaborar en la reconstrucción de las maravillas que somos.

Puede que hayamos perdido la práctica pero no la habilidad de hacer con nuestra arcilla un nuevo milagro.


Amparo Navarro Salvador


miércoles, 15 de abril de 2015

Cómo acoger las dificultades de la vida

La vida es algo realmente maravilloso y al mismo tiempo incontrolable. Es un camino lleno de imprevistos en el que tratamos de introducir alguna que otra pauta que nos haga sentir más seguros.
La vida siempre se abre paso sin pedirnos permiso y a veces nos sorprende con sus maravillas, pero en cambio, en otras ocasiones puede llegar a aplastarnos con verdadera frialdad y dureza.
Es realmente imposible prever y organizarse tratando de adelantar acontecimientos futuros, y los planes a largo plazo se mezclan siempre con los imprevistos y las novedades que no imaginábamos.

Pero hay una serie de actitudes que podemos incluir en nuestro modelo de vida que nos ayudarán sin duda alguna a vivir en paz y con sentido pleno en esos momentos en los que no es tan fácil caminar y sostenerse.

La primera de estas actitudes es "CONTEMPLAR"
La contemplación es un método empleado en diferentes tradiciones religiosas para encontrarse con el misterio y la divinidad. Pero el hecho de contemplar es totalmente inherente al ser humano de todos los tiempos y lugares. Contemplar requiere en un primer momento de una decisión o determinación  de detenernos para hacer algo diferente, algo que no estábamos haciendo. Contemplar nuestro presente, nuestro ahora, la circunstancia concreta que vivimos para mirar y escuchar. Mirarnos y escucharnos a nosotros mismos, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestros deseos más profundos y sinceros. Mirar y escuchar nuestro contexto, nuestra situación personal e íntima, nuestras posibilidades y lo que es verdaderamente importante sin hacernos daño ni juzgarnos.
No podemos contemplar de cualquier manera nuestra vida. Es preciso buscar el modo de silenciarnos y tomarnos la temperatura para poder valorar honestamente en qué situación estamos.
Cuando contemplamos lo que somos vemos mucho más de lo que parece a simple vista, nos tenemos en cuenta con nuestras grandezas y limitaciones y es fácil que en esta tarea quedemos radiantes.

La segunda de estas actitudes es "ACOGER"
Si contemplamos nuestra vida ponemos de manifiesto que es esta lo más importante que tenemos y que la aspiración última es la plenitud y la felicidad. Contemplamos nuestra vida y nuestra historia para acogerla, y acogerla como se merece. Somos los protagonistas de la fiesta de nuestra existencia y somos los que mejor podemos hacer el papel de anfitriones. 
Acoger la vida es despojarnos de lo superfluo, quitar las malas hierbas y ver con humildad y sinceridad lo que somos. Y una vez hecho esto lo mejor que podemos hacer es respirar profundamente y observarnos. Una y otra vez, una y otra vez, y otra vez... Esto nos lleva a meditar sobre nosotros mismos y ver que las dificultades, los problemas, los agobios, los cansancios, los malos entendidos son siempre pasajeros si queremos, si no los atrapamos y los dejamos ir.
La meditación de la propia vida nos lleva a ser comprensivos y pacientes con nuestras pequeñeces. La paciencia nos posibilita dejarnos interpelar por la vida y sus dificultades para crecer

La tercera actitud es "ACEPTAR"
Acoger las dificultades es caminar entre zarzas. Y esto supone pincharse, dolerse y también curarse. Pero sobretodo sentirse. A veces tenemos la tentación de anestesiarnos con distracciones, con superficialidades, con no enfrentarnos a la vida para que la vida no nos duela. Pero la vida, que no deja de ser maravillosa, a veces duele. Por esto es interesante ir despacio sin detenernos. Como en una larga travesia, hay tramos que podemos recorrer deprisa y en cambio hay otros que requieren de lentitud y de mayor destreza. Pero no llegamos al final sin caminar nuestros tramos.
La lentitud nos permite reconocer con más detalle cada pequeña cosa que nos ocurre y también nos invita a levantar la mirada y reconocer que es posible apoyarnos, no hacerlo todo solos, buscar soportes, en definitiva, dejarnos amar.

Hay una última actitud para quienes quieren vivir siendo protagonistas de su historia. Se trata más bien de un gesto; SONREIR.
Sonreír nos ayuda a relativizar, a darnos cuenta que nos fortalecemos en la crisis, que cambia nuestra mirada y perspectiva cuando nos detenemos y acogemos lo que somos, que somos capaces de ver otros matices y agradecer cuanto nos llega al aceptar cualquier situación buscando mejorar.

Amparo Navarro Salvador
 




martes, 31 de marzo de 2015

Meditación; práctica de la atención consciente

Sea cual sea tu circunstancia personal, tu edad, tu situación familiar, laboral, etc la vida puede ser apasionante.

Hoy tenemos más posibilidades que nunca de conectar y contactar con cualquier tipo de realidades y de personas que amplían enormemente nuestro horizonte de conocimiento. Hoy llegamos a lugares tremendamente insólitos y originales desde donde estamos comparándolos con otros momentos de la historia de la humanidad.

Nuestra mente asume una cantidad de información y un cúmulo de experiencias extraordinarias. Y es fundamental tomar consciencia de esta realidad actual para no dejarse conducir por la aglomeración y terminar desbordado y desestabilizado.

Nuestra mente es responsable de que podamos crecer, crear, investigar, hacer memoria... y al mismo tiempo también hace que nos sintamos inquietos, ansiosos, estresados, preocupados, atascados... Son dos caras de una misma moneda, que por un lado nos impulsa y por el otro nos frena.

En algunos instantes experimentamos sensaciones de bienestar y calma emocional, de sosiego y de paz personal que nos facilitan disfrutar en profundidad del momento en que vivimos. Esta tranquilidad nos descansa y nos ayuda a recuperar la energía necesaria para nuestro quehacer diario.

¿Cómo podemos acceder de manera voluntaria a este estado calma interior?

¿Cómo podemos incorporar, cuando lo necesitamos, un espacio de paz y de quietud que nos ayuden a recuperar el equilibrio?

La habilidad de aquietar la mente, hacer una pausa y sosegarse requiere de entrenamiento constante. 
No se trata de una destreza exclusiva, ya que todos podemos hacernos expertos en adquirir la pericia de apaciguarnos a través de la meditación.

En primer lugar necesitamos hacer una pausa y detenernos para tomar consciencia de lo que nos pasa y afrontarlo sin juicios negativos y auto exigencias crueles.

El segundo momento necesario es el de pasar a la acción. Sentarnos en un lugar cómodo y erguidos, como si nos estiraran de la cabeza con un hilo hacia arriba suavemente, sin forzarnos, ajustando nuestra postura. Es importante buscar el momento adecuado para que no hayan interrupciones que nos dispersen y perturben este tiempo de meditación.
A partir de aquí lo esencial es respirar profundamente un par de veces y atender al vaivén de nuestra respiración, a sus movimientos y ritmo, atender a como entra y sale el aire de forma coordinada, sin obsesionarnos. Se trata de observar y volver a observar sin más pretensión que esta.

Es probable que lleguen pensamientos y sensaciones corporales que desvían nuestra atención. No juzguemos esto como un impedimento. No vamos a dejar de tener pensamiento o percibir al cuerpo. Forma parte de lo que somos, así es que podemos integrarlo y hacerlo objeto de nuestra observación regresando siempre a la respiración.
Existen decenas de técnicas, de ejercicios y de modelos meditativos que facilitan la práctica. Cada persona necesita buscar la que más se ajuste a sus necesidades y la lleve a ir haciéndose hábil en la atención consciente.

A medida que practiquemos se hará más fácil la técnica, podremos incluso olvidarla para realizar de forma natural y no mecánica los ejercicios. De este modo seremos capaces de encontrar sosiego, tranquilidad y serenidad incluso cuando nos lleguen momentos de estrés y ansiedad.

Amparo Navarro Salvador




miércoles, 25 de marzo de 2015

Los cuatro acuerdos interiores

Hace miles de años, en tiempos precolombinos, los toltecas eran conocidos en México como "hombres y mujeres de conocimiento".

Mucho antes del descubrimiento de América por parte de los españoles, los toltecas organizaron una comunidad de sabios que se encargaba de promover y conservar el conocimiento espiritual de sus antepasados basado esencialmente en cómo vivir la vida para convertirse en una persona plena.

Los cuatro acuerdos son los principios transformadores que conducen al bienestar y equilibrio interior y la base de su sabiduría, que ha llegado hasta nuestros días gracias a una cuidadosa tradición oral.

La creencia en la que se basan los cuatro acuerdos formula que en nuestro interior podemos encontrar lo que necesitamos para entendernos a nosotros mismos y a los demás, y así ser felices. Las influencias externas (sociales, familiares, educacionales) ejercen un impacto tan potente en lo que somos que necesitamos recuperar eso genuino y personal que nos hace ser quienes somos a cada uno, absolutamente únicos.

Esta es la tarea de estos cuatro principios toltecas, reconstruir el sistema de creencias para que nos acerque a encontrarnos con nuestra verdadera identidad y al anhelado equilibrio interior que conduce a la felicidad.

Lograr esta meta es poner en práctica estos "cuatro acuerdos" o dogmas que son;

1. Sé impecable con tus palabras. Las palabras que te dices a ti mismo y que dices a los demás hablan de lo que guardas en tu corazón y lo que esto genera en ti y por tanto en tu entorno. Sé impecable para que lo que provoques sea belleza y amor. No seas germen de rivalidad, provocación, violencia o desamor, procura la bondad.

2. No te tomes nada personalmente. Sentir la necesidad de tener siempre la razón nos lleva a ofendernos y sentirnos atacados por quienes ven el mundo de un modo diferente. Ni los halagos ni las ofensas pueden construirnos de modo equilibrado, así es que el valor de cada ser humano está en la coherencia y honestidad de sus actos.

3. No hagas suposiciones. Las suposiciones conducen al conflicto, porque están a mucha distancia de la verdad del otro y sus sentir profundo. Una comunicación clara y respetuosa con los demás hace que las relaciones se basen en la escucha y la tolerancia, en el aprendizaje y el reconocer la sabiduría del otro. Para hacerse hábil en una comunicación clara es indispensable preguntar y contrastar.

4. Dale al mundo lo mejor de ti. O haz siempre tu máximo esfuerzo para vivir con intensidad y ser profundamente feliz. La generosidad de la entrega nos aporta un goce inigualable. Sólo el que es capaz de devolverle al mundo un poco de lo mucho recibido es consciente de que en su darse ya encuentra la plenitud.

La práctica de estos acuerdos es un reto que supone responsabilidad y constancia y es también la que nos hace ser nosotros mismos, la que nos reconstruye y pone los cimientos de una buena convivencia interior y de relaciones.

Por Amparo Navarro Salvador



jueves, 19 de marzo de 2015

Recuerdos para la alegría

Vivir el presente con toda la intensidad que seamos capaces es darnos la oportunidad de saborear la vida y gustarla con todos sus matices.
Estar atentos a cada paso que damos y tomar consciencia de nuestras elecciones, de lo que dejamos atrás y de lo que incorporamos, nos ayuda a reconocernos a nosotros mismos con más libertad y menos miedo a equivocarnos.

Hay momentos en la vida en los que atravesamos situaciones dolorosas, de tristeza, de pérdida, de confusión, de conflicto... que "estamos obligados" a transitar porque no desaparecerán por obviarlas o no prestarles demasiada atención. 

El dolor forma parte del camino, de todos los caminos. Pero la manera en que caminamos por estos tiempos más complejos es la que nos lo facilita o por el contrario la que lo hace más dificil.

Una estrategia que podemos emplear cuando atravesamos un momento dificil es la de traer al momento presente un buen recuerdo. No se trata de una fuga, ni de instalarse en el pasado, ni de bordear el problema para no afrontarlo. Al contrario, se trata de descansar momentáneamente en un recuerdo positivo y agradable y darse impulso con este pequeño estímulo. Los buenos recuerdos hacen que nos sintamos arraigados a la vida y hacen aflorar en nosotros el buen humor y la alegría, de manera que son una buena herramienta para levantarnos el ánimo y afrontar las dificultades con una actitud renovada.

Los buenos recuerdos nos llevan a vernos integrados, con todas nuestras capacidades y fortalezas, y esto no es fantasear sino darnos un soporte realista para reiniciar la marcha sabiéndo que podemos caminar por la dificultad teniendo confianza en nosotros mismos, teniendo en cuenta que es importante ser cuidadosos y andar al ritmo que sea sintónico con nuestro proceso.

Por Amparo Navarro





jueves, 15 de enero de 2015

Más sobre Arteterapia...

El arteterapia es una profesión establecida en la salud mental que ocupa los procesos creativos de la realización de arte para mejorar y explorar el bienestar físico, mental y emocional de individuos de todas las edades. Está basado en las creencia que el proceso creativo relacionado en la autoexpresión artística ayuda a la gente a resolver conflictos y problemas, desarrollar habilidades sociales, controlar el comportamiento, reducir el estrés, aumentar el autoestima y la autoconciencia, y alcanzar la introspección.
Asociación Americana de Arte Terapia (AATA)