La vida es algo realmente maravilloso y al mismo tiempo incontrolable. Es un camino lleno de imprevistos en el que tratamos de introducir alguna que otra pauta que nos haga sentir más seguros.
La vida siempre se abre paso sin pedirnos permiso y a veces nos sorprende con sus maravillas, pero en cambio, en otras ocasiones puede llegar a aplastarnos con verdadera frialdad y dureza.
Es realmente imposible prever y organizarse tratando de adelantar acontecimientos futuros, y los planes a largo plazo se mezclan siempre con los imprevistos y las novedades que no imaginábamos.
Pero hay una serie de actitudes que podemos incluir en nuestro modelo de vida que nos ayudarán sin duda alguna a vivir en paz y con sentido pleno en esos momentos en los que no es tan fácil caminar y sostenerse.
La primera de estas actitudes es "CONTEMPLAR"
La contemplación es un método empleado en diferentes tradiciones religiosas para encontrarse con el misterio y la divinidad. Pero el hecho de contemplar es totalmente inherente al ser humano de todos los tiempos y lugares. Contemplar requiere en un primer momento de una decisión o determinación de detenernos para hacer algo diferente, algo que no estábamos haciendo. Contemplar nuestro presente, nuestro ahora, la circunstancia concreta que vivimos para mirar y escuchar. Mirarnos y escucharnos a nosotros mismos, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestros deseos más profundos y sinceros. Mirar y escuchar nuestro contexto, nuestra situación personal e íntima, nuestras posibilidades y lo que es verdaderamente importante sin hacernos daño ni juzgarnos.
No podemos contemplar de cualquier manera nuestra vida. Es preciso buscar el modo de silenciarnos y tomarnos la temperatura para poder valorar honestamente en qué situación estamos.
Cuando contemplamos lo que somos vemos mucho más de lo que parece a simple vista, nos tenemos en cuenta con nuestras grandezas y limitaciones y es fácil que en esta tarea quedemos radiantes.
La segunda de estas actitudes es "ACOGER"
Si contemplamos nuestra vida ponemos de manifiesto que es esta lo más importante que tenemos y que la aspiración última es la plenitud y la felicidad. Contemplamos nuestra vida y nuestra historia para acogerla, y acogerla como se merece. Somos los protagonistas de la fiesta de nuestra existencia y somos los que mejor podemos hacer el papel de anfitriones.
Acoger la vida es despojarnos de lo superfluo, quitar las malas hierbas y ver con humildad y sinceridad lo que somos. Y una vez hecho esto lo mejor que podemos hacer es respirar profundamente y observarnos. Una y otra vez, una y otra vez, y otra vez... Esto nos lleva a meditar sobre nosotros mismos y ver que las dificultades, los problemas, los agobios, los cansancios, los malos entendidos son siempre pasajeros si queremos, si no los atrapamos y los dejamos ir.
La meditación de la propia vida nos lleva a ser comprensivos y pacientes con nuestras pequeñeces. La paciencia nos posibilita dejarnos interpelar por la vida y sus dificultades para crecer
La tercera actitud es "ACEPTAR"
Acoger las dificultades es caminar entre zarzas. Y esto supone pincharse, dolerse y también curarse. Pero sobretodo sentirse. A veces tenemos la tentación de anestesiarnos con distracciones, con superficialidades, con no enfrentarnos a la vida para que la vida no nos duela. Pero la vida, que no deja de ser maravillosa, a veces duele. Por esto es interesante ir despacio sin detenernos. Como en una larga travesia, hay tramos que podemos recorrer deprisa y en cambio hay otros que requieren de lentitud y de mayor destreza. Pero no llegamos al final sin caminar nuestros tramos.
La lentitud nos permite reconocer con más detalle cada pequeña cosa que nos ocurre y también nos invita a levantar la mirada y reconocer que es posible apoyarnos, no hacerlo todo solos, buscar soportes, en definitiva, dejarnos amar.
Hay una última actitud para quienes quieren vivir siendo protagonistas de su historia. Se trata más bien de un gesto; SONREIR.
Sonreír nos ayuda a relativizar, a darnos cuenta que nos fortalecemos en la crisis, que cambia nuestra mirada y perspectiva cuando nos detenemos y acogemos lo que somos, que somos capaces de ver otros matices y agradecer cuanto nos llega al aceptar cualquier situación buscando mejorar.
Amparo Navarro Salvador